Dr. Omar Aravena Kenigs
Director Departamento Educación e Innovación
En los últimos años, Chile ha experimentado un incremento en las postulaciones a las carreras de pedagogía. Según datos del Ministerio de Educación el año 2023 se registraron 29.872 postulantes, lo que representa un aumento del 53,8% respecto al año 2022. Este fenómeno es una señal alentadora en un contexto donde la percepción de la docencia ha estado tradicionalmente asociada a desafíos complejos, como la sobrecarga laboral, el desgaste emocional y la paulatina pérdida del reconocimiento social. Sin embargo, estas cifras alentadoras contrastan con una preocupante realidad: el creciente abandono de profesores y profesoras durante los primeros años de ejercicio.
Estudios recientes destacan que aproximadamente el 20% del profesorado chileno deja las aulas durante los primeros cinco años de su carrera. Esta situación no solo afecta al sistema escolar, sino que también pone en tensión la pertinencia de los programas de formación inicial docente. Especialmente, cuando el Plan Nacional Docente proyecta un déficit de 32.000 docentes para 2030. Ante esta paradoja, es imperativo repensar la formación inicial y continua del profesorado, conectándola con los desafíos concretos del sistema escolar y las particularidades de los respectivos territorios.
La evidencia internacional sugiere que los programas de mentoría y acompañamiento durante los primeros años de ejercicio profesional resultan esenciales para reducir la deserción temprana. En países como Finlandia y Canadá, modelos de inducción que combinan tutorías personalizadas, espacios de reflexión colectiva y oportunidades de desarrollo profesional han mostrado resultados positivos en la retención y satisfacción laboral de los docentes. Por otra parte, nuestro sistema escolar debe seguir avanzando hacia condiciones laborales que promuevan el bienestar docente, especialmente referido a concebir la escuela como un escenario de aprendizaje profesional.
Según un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en profesorado en Chile aún dedica un porcentaje significativo de su tiempo al desarrollo de tareas administrativas, lo cual tiene implicancias negativas para su desarrollo profesional y sensación de bienestar, entre otros factores.
Por consiguiente, la colaboración entre universidades y el sistema escolar escuelas es fundamental para abordar estos desafíos. Es necesario avanzar conjuntamente hacia programas de formación articulados con las necesidades detectadas en los contextos escolares, al mismo tiempo que la investigación y la evidencia acumulada logre tributar con mayor fuerza al profesorado para enfrentar los desafíos contemporáneos, tales como la inclusión educativa, el uso de tecnologías en el aula, la gestión de la convivencia escolar, entre otros.
Asimismo, es relevante fortalecer el acompañamiento desde las universidades a sus egresados, estableciendo estrategias de apoyo que favorezcan el diálogo y la colaboración para la resolución conjunta de los desafíos que enfrentan durante sus primeras experiencias laborales.
El futuro de la educación chilena depende de la capacidad del país para garantizar una formación docente de calidad y condiciones para el desarrollo de un ejercicio profesional sostenible. Esto requiere un compromiso decidido y coordinado entre el Estado, las universidades y las comunidades escolares, solo así podremos transformar los desafíos actuales en oportunidades para construir un sistema educativo más equitativo y socialmente justo, donde la vocación docente no sea un sacrificio, sino una elección de vida plena y gratificante.